Marzo 23/2019. Primer – segundo encuentro con Matthew Kester.
La vista a los jardines de la casa de té me llenaba de un sentimiento profundo de paz. Si había algo que amaba de Japón, eran los colores en los jardines y sus paisajes. Vibrantes tonos de primavera.
No me molestaba estar sola ahí, mis compañeros de la aerolínea se habían decantado por la emoción de las calles modernas, los puestos ambulantes de comida y las máquinas expendedoras que se encontraban en cada esquina, ofreciendo todo tipo de baratijas.
Yo me había inclinado por un ambiente más tranquilo. Ayer, aquel túnel de flores de Sakura, y hoy la casa de té. Muy tradicional y pintoresca.
Alcé la vista a tiempo de ver a la persona que se sentó en la mesa detrás de mí, a mis espaldas. Me tensé, preguntándome si la casualidad podía ser así de burlona. Miré discretamente por encima del hombro, y capté su perfil.
Sí. Era él


Me pregunté qué debía hacer. ¿Debía esperar a que él me viera y me hablara? ¿Y si no me reconocía? Podía dejarlo pasar y actuar como si no supiera quién era; pero, demonios, realmente quería saber qué haría con mis fotos.
Carraspeé para hacerme notar, y hablé con voz demasiado alta.
—El día es hermoso, el clima está maravilloso. ¿No le parece? —pregunté, volviéndome para mirarlo por encima de mi silla.
El chico se volvió para mirarme, y sus ojos se abrieron un breve segundo con sorpresa y reconocimiento. ¡Ajá! Así que me recordaba. Él miró deprisa hacia la ventana, buscando un segundo para recuperar la compostura.
Sonreí, parecía nervioso.
—Sí, por supuesto. Un día hermoso.
Me dio la espalda de inmediato, y no pude evitar tocarle el hombro para llamar su atención de nuevo. Estaba tan nervioso que bien podía mortificarlo un poquito más. Después de todo, me la debía.
—Me gustan los colores —proseguí—. Marzo es un mes hermoso para visitar Japón. ¿Está usted aquí por negocios o vacaciones?
La diversión debía estar dibujada en mi rostro porque una sonrisa se le escapó en cuanto me vio. Finalmente, se dio la vuelta para darme toda su atención.
—Un poco de ambos —respondió con formalidad.
Asentí, tocándome los labios como si estuviera pensando algo importante.
—Hmmm… interesante. Me alegra escuchar eso, quizá deberíamos tener una reunión para discutir cuánto ganaré por sus fotos —comenté con un tono casual.

Lo miré de reojo, y noté que se ruborizaba. Con un semblante relajado y un poco más cómodo me sonrió nuevamente.
—No es nada de eso, no soy una persona rara, se lo prometo.
Tomé mi bolso junto con mi taza de té y me cambié a su mesa. Quería escuchar más de él.
—Espero entienda mi situación— miré directamente sus ojos color marrón— al principio no estaba segura de si estaba siendo capturada por su cámara, pero tan pronto lo confirmé no pude evitar sentir curiosidad por sus intenciones.

—Entiendo perfectamente y le pido una disculpa sincera—. Inmediatamente sacó una pequeña tarjeta del bolsillo de su maletín la cuál me extendió. Leí la información y no lo podía creer—. Es sólo que cuando la ví ahí, disfrutando de su paseo, pensé que las fotos necesitaban una modelo, y usted se veía tan natural… como si perteneciera aquí, necesitaba retratar eso.
No parecía estar mintiendo, el tono de su voz no denotaba nerviosismo, sino emoción.
—Muy bien, Matthew Kester, te creo —guardé aquella tarjeta. La primera prueba de nuestro encuentro.
—Al parecer podríamos volver a vernos. Mi nombre es Jillian, por cierto.
La confusión inundó su rostro por un momento, pero volvió a sonreír cuando le dije que yo también era de Masen; después de eso, me mostró algunas de las fotos y pude notar lo apasionado que era por su trabajo.
Platicamos por un largo rato, debo admitir que el tiempo se fue volando y esa fue la primera vez que deseé que se detuviera, pues aún nos quedaban temas de conversación que agotar. Tuvimos que despedirnos.
Afortunadamente, nos volvimos a ver”.