Junio 23/2018. Primer encuentro con Shin Soohyun.

“Fingí una sonrisa aún apretando mi bebida intacta en la mano. Toda la compañía estaba más que alegre, disfrutando y bebiendo para celebrar otra exitosa presentación. Era otra de esas noches en las que odiaba ser la aguafiestas. Me quedé sentada en mi silla alta mientras todos bebían un brindis tras otro, riendo ante las bromas que no me parecían tan graciosas.
Los diversos grupos en el bar comenzaron a unirse, armándose una reunión más amplia. Miré alrededor, aferrándome al estuche del violín. ¿Quizá era hora de salir de ahí?
Me giré en mi asiento lejos de la mesa, lista para bajar de un salto, cuando este chico se presentó ante mí. Me sonrió con calidez, las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir, y un porte avergonzado.

—Hola —saludó con timidez.
Me sonrojé hasta el nacimiento del cabello. Si había algo que odiaba además de estas reuniones, era hablar con desconocidos.
—¿Hola? —respondí, sin poder evitar el tono vacilante de mi voz.
Él carraspeó.
—¿Te vas? —preguntó, señalando mis nudillos blancos de tanto aferrar el violín. Relajé mi agarre, y asentí.
—Eso pretendía —musité. De pronto recordé lo que sabía sobre auto preservación y decidí mentir—. Me están esperando, vendrán por mí.

—Ah.
Hubo un silencio entre los dos, la música aún sonando fuerte en mis oídos, como un eco de las risas y los gritos. El muchacho tenía el cabello castaño largo sobre la frente, llevaba la camisa blanca con los botones superiores abiertos. No saco, sin corbata. Y parecía tan incómodo como yo.
Le extendí la mano.
—Alice —me presenté.
La estrechó con una sonrisa.
—Soohyun.
Levanté el violín y lo puse sobre mis piernas, liberando el asiento junto a mí.

—¿Quieres un trago? —le pregunté.
Él vaciló.
—Lo siento, es que no bebo —reconoció en un susurro.
¿Qué hacia un sujeto que no tomaba en un bar? Por primera vez en toda la noche, una sonrisa genuina se abrió paso por mi rostro.
—Yo tampoco.
Él me devolvió la sonrisa y esta vez llegó a sus ojos. No parecía molesto por mi mentira sobre tener a alguien esperando por mí.
—Te invito un vaso con agua —propuso.

Solté una risa.
—Esa es gratis —musité.
—Entonces pide todas los que quieras —ofreció, sentándose a mi lado.
Comenzamos a hablar de un montón de cosas, al comienzo atropelladamente y con mayor confianza mientras el agua y la soda corría por nuestro torrente sanguíneo. Me contó de su día, de sus amigos que también se emborrachaban y disfrutaban la noche y de cómo se alivió al ver a un alma igual de solitaria que él.
Yo le hablé sobre mi trabajo y por qué había terminado ahí, y de que no sabía cómo volver a casa si todos mis amigos se habían bebido la mitad del bar.
Sus amigos se fueron y se quedó conmigo hasta que los míos estuvieron listos para irse. Nos despedimos a la salida del bar y sólo sabía que no quería irme aún. Pidió mi teléfono y prometió que llamaría, y sentí que no podría dormir bien hasta que no lo hiciera.
A las dos de la mañana, aún meditaba sobre la noche. Las palabras encontraron la música en mi cabeza, la guitarra acompañó la melodía, sobre sus ojos, su risa y su voz. Sobre su mirada y el brillo de inteligencia que había en ella; sobre su porte y su acento y su sonrisa.
Escribí y dejé a mi mente divagar, y cuando desperté esta mañana y encontré un mensaje en mi bandeja supe que no había sido un sueño y que era algo digno de recordar…”