Septiembre 14/2014. Cumpleaños 21 de Irisviell Kim.

“Después de presentarme y felicitarme ante todo el mundo, los músicos comenzaron a tocar para animar la fiesta. El día de mi cumpleaños era el momento perfecto para derrochar y lucirse, sobretodo cuando cumplía los 21 años que era la edad legal en Masen.
Yo era la estrella de la fiesta, así que no me sorprendió que nadie se acercara de inmediato a pedirme el primer baile, porque nadie era tan valiente. Suspiré, paseando la mirada en busca de un salvador el cual llegó con una sonrisa ladina a pararse a mi lado.
—¿Y tus admiradores? —preguntó Jaden King dirigiéndome apenas una mirada de reojo.
Puse los ojos en blanco, él siempre presentándose como el heredero altanero y arrogante que era.
—Seguro peleándose por quién tendrá el honor —repliqué mordazmente.
Para mi sorpresa, se giró para quedar de frente a mí y me extendió una mano, la otra a su espalda.
—Permíteme decepcionarlos —pidió, señalando la pista de baile con la cabeza.

Mi estómago dio un vuelco. A pesar de lo mucho que lo negara, siempre sabría que Jaden era el amo y señor de todos mis sueños. Me mordí el labio pero puse mi mano sobre su palma extendida, y lo dejé guiarme hasta el centro mismo de la pista donde las parejas se abrieron para darnos espacio. La música era lenta, de violines y piano, dejando la más animada reservada para el final de la noche. Así que Jaden me tomó de la cintura y con manos unidas nos movimos al ritmo de la melodía.
—He de admitir que te ves preciosa esta noche —susurró en mi oído.
Lo miré con grato asombro.
—¿El gran Jaden King está reconociendo que hay alguien más atractivo que él esta noche?
Esbozó su clásica sonrisa torcida.
—Nunca dije que te vieras mejor que yo —replicó, haciéndome resoplar—. Pero por ser tu día especial quizá lo reconozca —añadió.
—Gracias.

—De nada.
Seguimos bailando en completo silencio. Vi a mis padres a espaldas de Jaden fuera de la pista, abrazados y mirándonos con afecto y un brillo en los ojos inexplicable para mí. Me abracé a Jaden, con la mano sobre su hombro.
—Todo el mundo nos está mirando —susurré, dándome cuenta de eso con cada giro que dábamos.
—Ajá —dijo sin darle importancia.
Suspiré, irguiéndome para separarme.
—Tal vez debamos ir a sentarnos…
—Tu padre no deja de mirarme así desde hace días —dijo, interrumpiéndome. me volví para mirar a mi papá que, en efecto, miraba a Jaden con una mezcla de lástima y orgullo paternal. Suspiré—. ¿Sabes que nuestros padres siempre pensaron que nos enamoraríamos y casaríamos? —añadió sin darme tiempo de responder, evadiendo mi mirada—. Creo que sus esperanzas se están renovando.

—¿Por qué? —pregunté sin comprender. Claro que lo sabía, nuestra posible unión ha sido charla de nuestros padres desde que mi madre se embarazó de mí. Los Kim y los King eran socios comerciales desde hace más de treinta años.
—Porque estoy ante un ultimátum —musitó, finalmente apartando la vista de mi padre y clavándola en mis ojos. Cuando la música terminó y cambió, no hizo ademán de dejarme ir.
—¿Qué quieres decir?
—Mis padres; mi madre, en realidad, hizo un trato comercial con la familia Vernet, específicamente con su sobrina, Marianne Deveaux.
—¿Qué tiene que ver eso contigo?
—Yo soy el trato, Iris. Debo casarme con Marianne a inicio del año entrante.
No estaba terminando de conectar los puntos A con el B, o el resto de ellos. Miré alrededor, intentando que la multitud me diera una pista.
—¿Te casarás? —pregunté con un nudo en la garganta.

No respondió de inmediato sino hasta que lo miré de nuevo. Tenía su vista fija en mí, y me recorría el rostro con la mirada como si quisiera encontrar en mí las palabras qué decir.
—No quisiera —susurró—. No quiero casarme con ella, no quiero dejar… —me miró a los ojos de nuevo y negó— dejar la ciudad —musitó—. Si todo sale como planeado tendré que irme con ella a Francia.
—¿Y qué hay de mí? Quiero decir, de la empresa —corregí a toda prisa.
—No lo sé.
—No puedes irte —susurré, deteniéndome para mirarlo con el pánico creciente en mi voz—. Jaden, no puedes irte. Si te vas, tendré que hacerme cargo de todo. No puedo hacerlo, no sé manejar nada de esto.
—Lo sé, no es idea mía.
—Hicimos un trato —le recordé, mi voz subiendo dos octavas—. Tú te encargarías de todo y yo sólo…

—Tú sólo disfrutarías, sí. Pero los planes de nuestras familias han cambiado. Pero —alzó las manos para detener mi habladuría— tengo una idea. No va a gustarte pero es lo mejor que pude pensar. Me erguí, a la defensiva. —¿Qué es?
—Pensé que si no quiero hacer esto —comenzó a explicar, acercándose y tomándome por la cintura de nuevo para continuar bailando y esperando que las miradas que todo el mundo nos dirigía, curiosas, se apagaran— entonces debo darles una mejor opción. Casarme con alguien que yo elija, que sea buena opción para ellos y, claro, para mí también.
—Sí, sí. Alguien que no te obligue a dejar el país, por favor —dije entre dientes.
—Exacto.
Se cayó, y lo miré expectante. Después de varios instantes de permanecer en silencio, pregunté.
—Bueno, ¿Y en quién pensaste? Jaden suspiró y miró a otro lado. Ese gesto me reveló la respuesta antes de que sus palabras lo hicieran.
—En ti.”